martes, 7 de enero de 2014

Radiografía de la Casa Cuna de Rubén Darío

El 18 de enero de 1867 estaba una carreta aparcada afuera de un hogar campesino. Sus bueyes cansados mugían de hambre y sus pieles evaporaban el rocío. Habían cargado desde León a la angustiada Rosa Sarmiento que lloraba los dolores de parto.

Todo sucedió en el corazón de Nicaragua. Mientras el mundo ignoraba los chillidos de Rubén Darío, el lugar dejó de ser  una simple casa esquinera del pueblo San Pedro de Metapa, para convertirse en la Belén de la literatura latinoamericana.

10:00 a.m. 147 años después del magno acontecimiento, el sitio “La Casa Cuna”  es un museo que el aire fresco y  expreso roza sus pareces blancas reconstruidas en 1999 con fondos de la Unesco, después del deterioro provocado por el huracán Mich.

 La casa es sencilla, baja, con una baranda de roble en la puerta y techo de tejas. El color blanco de las paredes y las tres ventanas abiertas dan claridad en el lugar.  Pasada la puerta, la sala es pequeña y en una de las paredes cuelga un arado de bueyes.

Se envuelve el leve olor a ladrillos mojados con la esencia de la  madera. El dieciocho de enero es el día más concurrido del año. Pisan el lugar más de dos mil personas.

En el centro del patio hay una tarima donde está el monumento a Rubén Darío, obra del escultor Fernando Saravia. Inaugurado en el centenario del nacimiento del bardo, celebrado en el año 1967, bajo la presidencia de René Shick.

Entre la tarima y la carreta, los rayos del sol se filtran con dificultad entre el follaje del gran árbol de mamones, de los  laureles y los mangos. El canto de los cenzontles con  el trineo de las palomas castillas armoniza el lugar.

En el patio, la  guía y la coordinadora del museo, Irazema Ruiz Gutiérrez abre la  sala de exhibición. Ella tiene un semblante triste pero su mirada es noble y penetrante. Viste de tenis, pantalones vaqueros oscuros y camiseta negra.

Tiene 13 de sus 40 años trabajando aquí y cuando abrió la puerta de la sala de exhibiciones recordó a sus dos hijos Marcelo de 3 y Mateos de 12 años, que deja al cuidado de  su mamá Celina Gutiérrez de 59 años. En especial la  atención de Marcelo que sufre atrofia cordical, enfermedad que le impide el crecimiento, la movilidad y el habla.

Abre la tapa de su celular azul, la imagen de fondo de la pantalla muestra a un niño grande, gordito, moreno y en pañales. Es su inspiración, temía de su cuidado cuando el doctor le dijo que su hijo no sería normal. Pero las decisiones se toman en fracciones de segundos y repercuten toda la vida. Ella sonríe.

Para cuidar la humilde casa donde nació el prodigioso niño, necesita historia e información de primera mano, por eso tiene acceso directo con  los intelectuales Jorge Eduardo Arellano y Eddy Kull.
—Esos señores son aficionados a Rubén Darío— piensa cuando sigue recordando.

En la sala de exhibición. Irazema revisa el buen estado de los murales de la cronología de la vida del poeta, compilada por el poeta Julio Valle Castillo. Luego se detienen ante el  óleo del pintor Rubén Cuadra: un retrato de cuerpo entero del príncipe de las letras castellanas  en traje diplomático, data de 1987.

Y después vela que estén limpios los 37 retratosde las Musas Darianas desde 1952 hasta el 2010, que yacen en una de lasparedes. Así termina su inspección. Y está lista para guiar a las personas que visiten la casa durante el día.


Darío sigue naciendo entre turistas nacionales y extranjero, estudiantes, intelectuales y curiosos. En el 2012 se registró 6, 500 visitas a la casa, es decir Irazema hizo pensar a todas esas personas que Darío es el poeta humilde y trascendental. Pasado el año 2013, se registró 9,9043 visitas formales, las actividades culturales como conciertos y pastorelas no incluyen estos datos. Entonces en 2013, más de 9,9043 carretas se llevaron una Rosa Sarmiento y un niño en sus brazos.

Escrito  y editado por Mario Misael Centeno,
 estudiante de Comunicación Social. 
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Cover del Corrido a Darío